¿Qué es aquello que hace que un viaje se convierta en un Gran Viaje? Probablemente la primera respuesta que nos viene a la cabeza es que un Gran Viaje es aquel que hacemos a un destino lejano y exótico, y que por la naturaleza del mismo, implica un tiempo de viaje más largo. Por ejemplo, todo el mundo reconocería un Gran Viaje a destinos como Perú, Vietnam o Tanzania, pero clasificaría como escapada pasar un puente en Florencia.
Aunque estoy de acuerdo en parte con la descripción anterior, en Qadima pensamos que un Gran Viaje se define por algo más que la distancia o el tiempo de viaje. Para mí el ingrediente especial que convierte un viaje en un Gran Viaje es la emoción. Cualquier viaje que tenga ese componente de descubrimiento y de sorpresa lo suficientemente grande como para emocionarnos, como para que, una vez de vuelta, no podamos parar de hablar con nuestros amigos de lo que nos hizo sentir, y que nos deje ese recuerdo especial, es un Gran Viaje.
Evidentemente la emoción es subjetiva, y por tanto, lo que es un Gran Viaje para uno puede ser un viaje vulgar para otro. Por ejemplo tengo unos amigos que fueron de luna de miel a Tailandia, era la primera vez que salían de Europa y cogieron un combinado simple de Bangkok y playa. La experiencia fue maravillosa y os puedo asegurar que vinieron emocionados y que si les preguntas, te dirán que fue un Gran Viaje sin ninguna duda. Sin embargo, mi amigo Lucas, que es maestro, y hace años que pasa los veranos perdido en alguna selva de Sudamérica o Indonesia, etc, te diría que es un viaje normalito.
En el sentido contrario, ahora que lo auténtico y lo alternativo se ha puesto de moda, cuando hablo de experiencias locales en los viajes, todo el mundo piensa rápidamente en convivir con una tribu perdida del Amazonas sin contacto con la civilización o algo por el estilo, y por supuesto, yo que he estado varias veces en el Amazonas os puedo asegurar que es una experiencia increíble, pero también os puedo asegurar que no es para todo el mundo, y que muchas veces no hace falta ir tan lejos para vivir una experiencia auténtica en nuestros viajes.
Para ilustrar el caso os contaré una anécdota, hace unos años estaba visitando Escocia, ya que tengo familia allí en un pequeño pueblo cerca de Dundee. Mi tío Derek, un escocés de pura cepa ya jubilado, me invitó a acompañarle a jugar al golf con sus amigos, y por supuesto dije que sí. No fue un evento glamuroso, por si os estáis imaginando un día increíble en un club de lujo de Sotogrande, era un día típico escocés: frío, con viento, y esa llovizna fina que te cala los huesos; pero fue toda una experiencia. Tras el juego nos tomamos un auténtico whisky escocés en la casa del club para entrar en calor, y allí me contaron que ellos jugaban dos días por semana, hiciera el tiempo que hiciera, y que ese es el verdadero golf, y que el clima es parte de la esencia del juego que se inventó en aquellas mismas tierras en la Alta Edad Media. He viajado por todo el mundo, pero aquella fría tarde jugando al golf con esos 4 escoceses jubilados sigue siendo una de las experiencias más auténticas que me han ocurrido.
En definitiva, todo depende, no tanto del sitio, como de las experiencias que vivamos, y eso a su vez va depender mucho de la actitud con la que afrontemos el viaje. Es importante tener curiosidad, probar, perderse, preguntar a la gente local, pararse a disfrutar del momento, etc. Dicen que la curiosidad mató al gato, y es posible que nuestra curiosidad mientras viajamos nos juegue alguna mala pasada de vez en cuando, y nos haga tomar alguna mala decisión, pero eso es parte de la aventura y mi experiencia es que normalmente todo se soluciona, y esa vez que nos perdimos, o que acabamos en aquel restaurante tan raro o lo que sea, se acaba convirtiendo en la anécdota del viaje. Ese pequeño componente de aventura es una parte importante de la emoción de viajar.
En nuestro siguiente post comentaremos como convertir cualquier viaje en un Gran Viaje.
